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El Lobo y el Perro Flaco


Debido a la avaricia de un rico hacendado, el perro, que cuidaba el rebaño de ovejas, estaba famélico y un lobo, al notarlo, le dijo:
—Amigo, que flaco estás, ¿no te dan de comer? Escucha mi consejo y te darán abundante comida.
—Si es para mi provecho, venga tu consejo.
Ante el entusiasmo del can, el lobo dijo:
—Me dejas entrar al rebaño y me llevo una oveja. Tú me persigues, mas, en el camino te caes. Los pastores dirán a tu amo que te caíste por flaco y ordenará te den excelente alimentación:
El perro “pisó el palito” y todo salió de acuerdo al plan del lobo. El amo dispuso darle mucha carne y pan de buena harina y el perro fue recobrando carnes y mejor figura.
—Amigo, ¿bueno fue mi consejo? —preguntó el lobo.
—Muy bueno y necesario —respondió el perro.
—¿Permites ahora que me lleve otra ovejita? Simulas perseguirme, me alcanzas, te das un golpe y caes. Al punto los pastores dirán a tu amo que aún sigues flaco.
El plan del lobo no falló. El perro recibió sobrealimentación y se puso en la mejor de sus formas.
Al cabo regresó el lobo y le dijo:
—Estas muy mejorado. Ahora deja que me lleve otra oveja.
—Eso se acabó compadre —repuso el sabueso enseñando los colmillos—, no llevarás ninguna.
—Tengo mucha hambre, ¿Cómo podré satisfacerla?
—En casa de mi amo se ha caído el muro de la despensa. Si vas de noche encontraras carne, pan y tocino —contestó el perro—.
El lobo se fue derecho al lugar, devoró cuanto pudo y bebió también todo el vino. Trató de cantar como los borrachos y se puso a aullar, despertando a los perros y a los hombres que cuidaban la casa. Descubierto el intruso, lo molieron a mordiscos y a palos.
Moraleja:
No des ni un dedo al villano; pues te tomará la mano.

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