Había en un corral una gallina que ponía huevos de oro.
Su dueño, que todas las mañanas los recogía y vendía a buen precio, díjose entonces:
—Si los huevos de la gallina son de oro, las entrañas, donde se forman, deben contener oro en abundancia.
Acto seguido, mató a la gallina creyendo hacerse rico en poco tiempo; pero al comprobar que las entrañas eran como las de todas las gallinas, comprendió que había cometido un irreparable error.
—¡Bien merecido tengo el chasco, pues feliz estaba con mi gallinita viva que me daba un huevo todos los días! —exclamó el ambicioso, presa de honda frustración.
Moraleja:
La codicia es mala consejera, y hace tu fortuna pasajera.
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