La sirvienta de una casa, por descuido, derramó buena cantidad de miel sobre el piso.
—Aquí está la fuente de vida eterna —pensaron las moscas que, guiadas por el olfato, se abalanzaron sobre el dulce charco.
Ocurrió que al posarse sobre la miel quedaron de patas y alas pegadas, sin poder volar.
—¡Ay, pobres de nosotras que, por mísera golosina, encontramos la muerte!—, así se lamentaban en la agonía.
Y, aunque parezca exageración, miles de moscas murieron como las primeras.
Moraleja:
Placeres en exceso, males en proceso.
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