Éste, despertando al instante, lo tomó y al punto intentó devorarlo.
Entonces, el murciélago clamó por su libertad.
—Te dejaré libre —díjole el lobo—; pero con la condición de que me digas por qué los murciélagos son tan alegres y retozones. En cambio, yo siempre me fastidio.
—Me asustas sobremanera —replicó el murciélago—. Déjame volar a mi cueva y te lo explicaré al punto.
El lobo lo dejó libre y el murciélago le increpó:
—Te fastidias, compadre, porque eres malo y tu crueldad seca tu corazón. En cambio, a nosotros nos ves alegres porque jamás intentamos dañar al prójimo.
Moraleja:
Quien nadie hace daño, vive feliz todo el año.
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