Un hombre, con falsas promesas, capturó una culebra y la metió en un saco, condenándola a morir.
—Ser bueno con los malos es estupidez —le musitó— ¡Símbolo de la ingratitud! Voy a hacerte pedazos. Así ni tu cólera ni tus dientes podrán hacerme daño.
—Si te juzgas leal, acepta que el símbolo de la ingratitud eres tú —alegó el reptil—, pues lo que llamas justicia se basa en tus conveniencias. Mi vida está en tus manos; mátame, si ese es tu deseo.
Impresionado el hombre por la acusación, replicó:
—Por derecho me corresponde decidir de tu vida, sin embargo someteré el juicio a un tercero.
Y, acto seguido, llamó a una vaca exponiéndole el caso. Ésta, sin titubear, le argumentó:
—Para mí, el caso no ofrece dudas, pues la culebra tiene razón. Mi amo me cuidó mientras pude serle útil; ahora que soy vieja, me tiene atada en el establo y casi sin alimento.
El hombre, inconforme, llamó a un buey, que advertido de la causa, apoyó a la culebra, fundamentando que él también había sido víctima de la ingratitud humana, afirmando que ahora que se siente agotado será sacrificado.
Conteniendo la ira, el hombre acudió a un viejo árbol. El nuevo juez, puesto al corriente:
—La culebra tiene razón. Recuerda que antes te brindaba sombra y frutos; ahora que estoy achacoso, mutilas mis ramas haciendo leña para tu chimenea. Eres, pues, un ingrato.
—¡Basta! —rugió el hombre—, yo tengo la culpa de pedir consejo a imbéciles. ¡No los necesito!
Y sin contener el mal humor estrelló a la culebra contra el muro.
Moraleja:
Justicia es agravio,cuando no la aplica el sabio.
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